Los testimonios más antiguos que se conocen de la ocupación por el hombre son algunos fragmentos de cerámica ibérica aparecidos bajo las construcciones medievales del castillo. De época romano-republicana es un as sextantario, del año 268 a. C., encontrado en el Barranco de Caerna. Ya de plena romanización son los restos de una posible villa rústica en la Serratilla, en la que, entre restos de tégules y de vasos comunes, se halló una moneda del emperador Adriano, de los años 117-139 d. C.
De esta época proviene el nombre de la población. Macastre está formado por la raíz romana «castra, castrorum» con significado de campamento. El nombre parece ser la contracción de «Magna Castra» -gran campamento o campamento grande-, en referencia a algún tipo de asentamiento militar permanente de las legiones romanas.
En 1122, el rey Alfonso I de Aragón cobraba parias a los almorávides de Macastre. Tras la conquista de Jaime I, el territorio, como toda la Hoya de Buñol, fue concedido en, 1238, a Rodrigo de Lizana, el cual lo traspasó tres años más tarde a la Orden del Hospital, en la persona de su Maestre Hugo de Folcalquier.
Al haber sido hecha tal donación sin consentimiento real, Jaime I volvió a asumir la propiedad y la donó en 1260 a Berenguela Fernández y al hijo de ambos, Pedro Fernández. Rodrigo de Lizana hizo gestiones para recuperar la jurisdicción y, aunque tardó varios años en conseguirlo, al fin el monarca le devolvió villa y castillo en 1276. Muerto el rey, Rodrigo volvió a ceder sus derechos a la Orden del Hospital, en 1279.
La población pasó por una gran cantidad de señores hasta que el compromiso de Caspe y la rebelión consiguiente del conde de Urgell dio motivo a que se le confiscaran todos sus bienes y señoríos, pasando de nuevo Macastre a la Corona en 1413.
El nuevo rey, Fernando de Antequera, para premiar los servicios del castellano Álvaro de Ávila en la lucha contra el de Urgell, le otorgó todos los pueblos de la Hoya en 1415. En 1424, lo compró Alfonso el Magnánimo, que lo poseyó durante dos meses cortos, ya que falto de dinero por las guerras de Italia, lo vendió a Berenguer Mercader.
En 1602, contaba Macastre con un centenar de casas de moriscos. El 10 de noviembre de 1611 le fue otorgada carta puebla a la localidad, siendo repoblado por Hipólita Centelles, esposa y procuradora de Gaspar Mercader i Carroz, a quien Felipe II otorgó el título de conde de Buñol. A lo largo de la historia, el castillo de Macastre ha desempeñado un alto papel estratégico, por su situación fronteriza entre los reinos de Castilla y Valencia.
El conjunto se dividía en dos recintos mediante una muralla con puerta fortificada que convertiría la torre mayor en el último enclave defensivo del castillo, defendido en su parte oeste por un pequeño foso tallado en la roca. La torre mayor, elemento más antiguo y destacado del conjunto, constaría en su última fase de uso, con un aljibe situado en su parte inferior, dos plantas y zona aterrazada superior. En el extremo opuesto, junto a la torre este se situaba una pequeña puerta auxiliar. El abandono de la fortaleza, produjo su progresiva ruina, hasta que recientemente se ha producido un proyecto de consolidación de sus restos, integrándolos en su entorno natural.
Un rincón perfecto para refrescarnos con el agua de la fuente y descansar a la sombra del lavadero disfrutando de unas maravillosas vistas al bosque que rodea el pueblo con el siempre vigilante Castillo que corona la estampa desde la que se ven las huertas con abundantes higueras hasta pueblos vecinos en el horizonte, como Turís en dirección este. Este lavadero era uno de los que había en el pueblo y protagonista de una activa vida rural en la que las mujeres acudían diariamente a lavar y tratar “los trapos sucios” con el agua que mana de esta fuente dedicada a la patrona de la población, Santa Bárbara.
El agua y la frondosidad de los árboles que rodean este entorno ofrecen sombra y frescor al paseante que hace un alto en camino para disfrutar de este bello lugar. Además, encontramos paelleros y mesas de pic-nic ¡Para disfrutar del día!
Además, está catalogada como Bien de Relevancia Local desde febrero de 2007 como Monumento de Interés Local. Si continuamos por las estrechas callejuelas medievales llegaremos hasta el Mirador de los Vientos, es un buen momento para contemplar una bonita panorámica sobre el pueblo, la Hoya de Buñol y sus alrededores.