¿Sabían ustedes que el Castillo de Buñol está habitado desde finales del siglo XIX? ¿Que el molino que marcó el inicio de su industrialización alberga hoy un museo inmersivo de la Tomatina? ¿Y que es posible conocer toda la tradición musical del municipio a través de una ruta tematizada? Son singularidades que hacen muy atractiva una visita a Buñol.
En el lugar que ocupa el castillo existieron con anterioridad dos fortalezas musulmanas de los siglos XI y XII, de las cuales aún quedan algunos vestigios. Sobre ellas se erigió en el siglo XIV el castillo actual, de estilo gótico tardío, que en sus primeras décadas cumplió la función militar de los castillos de la época. Pero al llegar el siglo XV, la aparición de la artillería ‘jubiló’ a los castillos como el de Buñol, que pasó a tener uso residencial.
Perteneció a la familia Mercader hasta finales del siglo XIX, cuando se dirimió el pleito que durante casi un siglo mantuvieron los pobladores de la Hoya con los Mercader. Consiguieron que el castillo revirtiera en la Corona, y el edificio pasó a tener un uso singular: sirvió para albergar a las familias más pobres de la comarca. Hasta 300 se establecieron allí, en pequeñas casas erigidas dentro del Castillo, y convivían en armonía gracias a la solidaridad que se estableció entre ellos, quizás por esa conciencia colectivista que les otorgaba su falta de recursos. Actualmente solo quedan 3 familias, que viven en la zona del patio de armas.
El ayuntamiento prepara un plan director para diseñar cómo será el futuro de esta edificación. Lo que es evidente es que el hecho de estar habitado ha sido clave para que el castillo se haya mantenido en el buen estado en que se encuentra.
Es también llamativa la visita al Molino Galán, construido a finales del siglo XVIII y que significó la entrada de Buñol en el sector de la industria papelera. La introdujeron en el municipio empresarios de Segorbe, de Xàtiva y de Cataluña porque sabían de la tradición molinera de Buñol en otros campos, como el molido de grano o el curtido de pieles.
El Molino Galán fue una gran instalación fabril que impulsó el desarrollo económico del municipio. Y casualmente (o no) está vinculada al evento anual que ha puesto a Buñol en el mapa mundial: la Tomatina. La tercera de las cuatro plantas del Molino se ha convertido en un museo interactivo de la Tomatina, que cuenta incluso con una sala inmersiva en la que se puede vivir lo más parecido a estar dentro de esta batalla de tomates sin estarlo realmente.
Otra opción que no deberías perderte es el cementerio. En su parte civil, existen importantes pruebas de la presencia de la masonería en la localidad y en la comarca. El camposanto, creado en 1886, tiene 435 tumbas con una simbología «particular y compleja».
Finalizamos este breve recorrido por el patrimonio cultural de Buñol sugiriendo la ruta de la música. La arraigada tradición musical de sus habitantes ha quedado capturada en los diferentes puntos de esta ruta urbana, a través de los cuales podemos conocer todos los componentes y recursos musicales, patrimoniales y festivos de Buñol. Paneles, señales turísticas y la tecnología de realidad aumentada nos harán sentir todo lo que la música significa para la historia y los vecinos de Buñol.
Para comprobarlo, existe un calendario de actividades turísticas que ofrecen las empresas durante todo el año que nos permiten conocer en profundidad la historia de Buñol.
Fotografías: Ximo Matamales.